jueves, 22 de febrero de 2007

·Calendario·



El calendario:

El primitivo calendario romano fijaba la duración de los meses en 29 días, 12 horas y 44 minutos con meses lunares de 29 o 30 días. El mes era la fracción mayor, y el día la menor, aunque después se dividió en horas. Los romanos consideraban que el día se iniciaba a medianoche. primavera (en el mes dedicado al dios de la guerra Marte, o sea el mes
martius = 'marzo'), luego seguía el mes que se abre (aprilis = 'abril'), el del crecimiento (maius = 'mayo') y el del florecimiento (junius = junio). Luego los meses seguían por orden del quinto al décimo: quintilis (julio), sextilis (agosto), september (septiembre), october (octubre), november (noviembre) y december (diciembre); seguía el mes de apertura de los trabajos agrícolas (januarius = enero) y el mes de las purificaciones (februarius = febrero). Si se añadía otro mes, este no tenía nombre pero se le llamaba mercedonius por estar consagrado a la paga.

·Medicina·

Medicina:

En los primeros tiempos la medicina romana era medio magia, medio religión. Todo se confiaba a la protección de múliples dioses especialistas (Febris, Uterina, Lucina, etc. presididos por la diosa Salus) y también misteriosos ensalmos

·Religión·

La religión:

La religión romana refleja los mismos elementos procedentes de otras civilizaciones que el resto de sus manifestaciones culturales. La religión griega, sobre todo, desempeñó un papel fundamental en la creación del panteón romano.
Durante la Monarquía y en los primeros tiempos de la República, los dioses estaban directamente relacionados con las actividades agrícolas y la vida doméstica.
Los romanos veneraban a los números o espíritus de la naturaleza, a los manes o espíritus de los antepasados, a los lares o espíritus del hogar y a los penates o espíritus de la vida y de las provisiones.
La religión romana tuvo un carácter práctico que se tradujo a la creación de un tipo especial de sacerdotes, los augures, encargados de interpretar determinados signos para tomar decisiones relacionadas con la vida pública.

·Vestimenta·

Vestimenta:

En Roma la vestimenta distinguía y diferenciaba a las clases sociales. Por ejemplo, solo los senadores romanos usaban el calceus, zapato propio de esta casta. A pesar de las similitudes entre griegos y romanos estos últimos tenían una gran característica: la ropa tenía un profundo significado político. Los jóvenes al cumplir 21 años usaban sobre la túnica, la toga, amplio manto de lana o hilo, símbolo del hombre libre. En la toga se colgaban los distintivos del grado político que el ciudadano adquiría a los largo de su trayectoria. Las mujeres romanas, como las griegas del período clásico, usaban una túnica y un amplio manto rectangular conocido como palla. La túnica o stola fue el reflejo de las influencias etruscas (sencillez en las líneas y en los colores). Más tarde el contacto de ésta civilización con culturas orientales y el crecimiento del concepto de la elegancia fueron modificando el atuendo. Las túnicas se confeccionaron con telas más suaves y ligeras, de colores más variados e intensos. Este hito sucedió también con la ropa masculina después de la caída del Imperio Romano de Occidente, donde las influencias bizantinas entraron marcando la elegancia en las togas y túnicas. Bordados de oro y piedras preciosas adornaron las elegantes y refinadas telas que caían en profundos pliegues. Sin embargo, el vestuario romano popular casi no varió. Ellos siguieron vistiendo la túnica tosca y la capa con gorro de lana en invierno y de algodón en verano.

·Comidas·

Comidas:

Los textos antiguos hablan de tres comidas en un día romano. En primer lugar, estaba el ientaculum que era el almuerzo o lo que el niño llevaba para comer en la escuela. En todo caso, era una comida ligera. La segunda era el prandium que coincidiría con un tentempié actual. Se tomaba a la hora VII (mediodía solar) y ni se precisaba sentarse ni lavarse las manos.
La tercera comida era la cena, pero que más bien corresponde a la comida en el sentido actual, no solo por la hora (VIII en el invierno, las 12.44 hora solar; IX en el verano, las 14.31 hora solar), sino por su abundancia.

Se distinguían 3 partes:

--> Gustus o gustatio que consistía en tomar unos entremeses. Bebían mulsum (vino con miel).
--> Cena propiamente dicha: carne y pescado de varios tipos, según la economía. Bebían vino.
--> Secundae mensae (postres).

·Matrimonio y divorcio·

El matrimonio:

Los miembros de la aristocracia romana eran los que hacían de su enlace un compromiso más social, de ahí la cantidad de invitados en los banquetes, no obstante en las familias menos pudientes no necesariamente se hacía obligatoria la celebración pues no representaban más que la unión de dos personas con carácter íntimo, era el matrimonio de los importantes los que representaban un acto de unión entre familias principalmente por motivos de interés económico o político. Ahora encontraréis muchas similitudes entre nuestro rito y el antiguo romano, el por qué viene dado a que el cristianismo tuvo que adaptar las costumbres del momento debido al carácter de nueva religión pues no hay en los documentos cristianos ninguna explicación de como debía realizarse el sacramento del matrimonio.
Después de la pedida de mano, y fijándose una fecha, la novia se vestía de acuerdo con la tradición: una túnica blanca cubría su cuerpo, atado llevaba un cinturón de doble nudo y sobre esta túnica, una sobrepuesta de color azafrán. El pelo se recogía mediante moños y trenzados y sobre su cabeza se ponía un velo de color anaranjado, y sobre éste una corona de flores que podían ser las del naranjo o una corona de metal. Era acompañada por la familia al lugar de celebración y ambos cónyuges solicitaban los auspicios de un augur, que podía ser alguien de la misma familia, que sacrificaba un cerdo, un ternero o un buey, según las posibilidades.
Después de que el augur hiciera lectura de los auspicios, los novios decían: "UBI TU, (nombre cónyuge), EGO (nombre cónyuge)", que es similar a nuestro "Te tomo a ti......, yo ......", después se hacían entrega de los anillos que eran o bien bañados en oro, o bien completamente de ese metal en las familias más adineradas, colocándose en el dedo anular debido a que es en este dedo donde hay un nervio que va directamente al corazón. A continuación hacían un convite hasta altas horas de la madrugada, los novios a las 12 de la noche ya se iban a su nueva casa seguidos de una comitiva de amigos que cantaban por las calles canciones picantes y divertidas y precedidos por una persona con una antorcha que iluminaba el camino, los niños tiraban a los novios nueces que al rebotar sobre la piedra del asfaltado producían gran estruendo (de aquí deriva nuestra tradición de tirar arroz), y al llegar a la puerta de la nueva casa, los padrinos de la boda cogían a la novia en brazos para atravesar el umbral. Las amigas de la novia subían hasta la alcoba donde estaba esperando el novio, y quitaba a la novia el velo, la túnica azafrán y el cinturón, a partir de ahí se les dejaba solos.


El divorcio:

Fue durante la época imperial cuando el divorcio se convirtió en el pan de cada día, no es raro ver a mujeres y hombres casados hasta en 8 ocasiones, y aunque si bien no era muy bien visto por la sociedad romana, sí que era usual, debido en parte a las leyes que ofrecían igualdad de posibilidades tanto al hombre como a la mujer. Una infidelidad, la ausencia del esposo, o la malversación de la economía familiar podían ser causas de divorcio y todo ello hizo que la vida familiar romana sufriera una desestabilización. También la esterilidad podía ser causa de separación, pero se han encontrado escritos donde se critica esa actitud, puesto que la legitimidad de la adopción dejaba abierta la posibilidad de tener hijos a quién dejar como herederos.
cuando uno de los dos esposos deseaba divorciarse (podía ser el hombre o la mujer), no existía burocracia como la actual, puesto que nada figuraba en documento alguno. Únicamente en el caso que fuera necesaria la mediación judicial, podían ser llamados los asistentes a la boda para dar fe que esta se había realizado y por lo tanto que ambos se encontraban casados. Esa facilidad en desposarse permitía encontrar casos en los que hombres que regresaban de la guerra después de largos años se encontraban que sus mujeres se habían vuelto a casar y por lo tanto se habían divorciado de ellos, todo esto en la más absoluta legalidad. Tanta afición se tenía al divorcio que numerosos hombres ilustres y emperadores tuvieron varias esposas adoptando como herederos a los hijos de su mujer, este es el caso por ejemplo del divino emperador Augusto, que casándose de segundas nupcias con Livia adoptó a Tiberio y los proclamó por presión de su esposa sucesor del imperio, no sólo la liberación de la mujer causó fisuras en la familia, sino que éstas se negaban a tener hijos (en época imperial) en pro de ampliar conocimientos y declararse libres frente a las ataduras del matrimonio convencional, no era raro encontrar mujeres apoyando ciertas doctrinas políticas en los banquetes, hablando de filosofía o impartiendo criterios personales sobre literatura. Mujeres luchando como gladiadores, mujeres en el deporte, mujeres al fin y al cabo liberadas como en nuestros días, pero criticadas por los personajes más conservadores que las veían como una amenaza al buen gusto y al modus vivendi de la Roma más arcaica ya que en los inicios de la Roma republicana y hasta el siglo II d.c. la pareja matrimonial aristocrática es simplemente un pacto de cordialidad, respeto y amistad, un vínculo que no exigía amar al esposo (excepto en algunos casos, los menos) y ello reportaba que ambos conocían de la necesidad de perpetuar el estatus de ambas familias. Eran los padres de ambos los que pactaban el matrimonio cuando estaban en edad de prometerse. La hija pasaba a residir en la casa de futuro suegro y se ponía bajo su tutela, así mismo el padre de la novia entregaba una dote, algunas de ellas de gran importancia. Hombres como el mismísimo Julio César se casó 3 veces, con la hija de Cinna con la que estaba prometido cuando ésta era aún una niña y con la que tuvo una hija, con Pompeya de quién se divorció por mancillar su buen nombre, y con Octavia, quién le procuró una relación estable y digna de su status de dictator. El propio Julio entregó a su hija Julia a Pompeyo Magno, para afianzar su triunvirato político, y fue a la muerte prematura de ésta cuando Pompeyo se desmarcó de César iniciándose un periodo de tensión que acabaría en Guerra Civil. Con ello, se explica la importancia de los matrimonios de interés y las consecuencias políticas para los hombres ilustres de la sociedad romana.

En referencia a las relaciones sexuales, éstas eran consumadas con el fin exclusivo de dar nuevos herederos y nuevos ciudadanos, éste era un deber para con Roma, el placer no era un requisito propio de los esposos, porque no era ese el fin. Se sabe que muchas mujeres llegaron a vender su cuerpo a amantes, y digo vender porque el amante ofrecía cantidades de dinero importantes, sin ser consideradas estas prostitutas, este dinero era considerado un regalo por los servicios prestados, de la misma manera los hombres satisfacían sus deseos sexuales con otras amantes, posiblemente esposas de amigos o compañeros. Este hecho, no es aislado, mucho se escribió sobre la ligereza con la que ejercía la prostitución la mujer del emperador Claudio en los lupanares de Roma. No obstante aunque no es extraño, no por ello está bien visto en la Roma de la época ni por el lado masculino ni por el femenino. La infidelidad era sabida pero no aceptada en las gentes de bien, por ello una sociedad que vive de la apariencia ocultaba sus deslices con concubinas, libertas o esclavas de quienes tenían hijos pero de los que no se hacían cargo ni eran reconocidos. La homosexualidad era otro de los aspectos que se conocían pero que se ignoraban, esclavos jóvenes con aspecto femenino eran los encargados de ofrecer placer a su señor hasta que éste repudiaba sus servicios o compraba otro.
Así pues, Roma era una sociedad abierta a un libertinaje inusual en la época que perjudicó el estamento familiar, pero hay que reconocerle una gran amplitud de miras respecto a los derechos individuales de hombres y mujeres, dejando que fueran libres de su propio destino.

·Ciudadanos romanos·

Los extranjeros:

Generalmente personas originarias de países del entorno greco-romano, estaban protegidos y vigilados por el praetor peregrinus, un alto magistrado que se ocupaba de sus asuntos, como sus impuestos conflictos legales entre distintas jurisdicciones, etc. Había miles de extranjeros en Roma, la mayoría dedicados a todo tipo de negocios.

Los esclavos:

Lo eran o bien por nacimiento, porque ya nacían esclavos, o por haber sido hechos prisioneros en campaña y esclavizados. Estaban sometidos a la tutela de sus amos que podían incluso ejecutarlos sin juicio previo, pero tenían el derecho a ahorrar dinero para poder comprar así su libertad o ser liberados directamente (manumitidos) por su amo. Una vez libres eran libertos y podían ingresar en la gens (tribu) de su amo o en la de otro romano y adquirir así la ciudadanía romana. Hubo muchos libertos que llegaron a los más altos puestos de la administración romana, como Palas y Narciso, dos libertos griegos que fueron ministros con el emperador Claudio.

Los ciudadanos romanos:

Eran los "auténticos romanos", o al menos así lo creían ellos, ya que ni Mario ni Pompeyo eran "auténticos romanos". Fue precisamente Pompeyo el primer general que concedió la ciudadanía romana en bloque a muchos españoles, entre ellos al famoso Balbo, que fue la mano derecha de César y cuyo sobrino, Balbo el Menor fue el primer cónsul romano de origen "no romano". Y el mismo César concedió la ciudadanía romana a Gades (Cádiz) y a otras ciudades, además de a toda la Galia Cisalpina. El sueño de César era hacer de Roma un Imperio Universal integrando en él a todos sus habitantes tuvieran la procedencia que tuvieran. Y se cumplió, ya que el Imperio Romano fue posteriormente gobernado por "romanos no auténticos" como los españoles Trajano o Adriano... ¡o incluso un cartaginés! como Septimio Severo.